Gustar a todo el mundo: misión imposible

Cuántas veces optas para callar lo que realmente piensas para evitar un enfrentamiento? ¿O para complacer alguien? ¿O simplemente para no quedar mal? En cada una de esas ocasiones, estás renunciando a tu autenticidad con el objetivo de gustar a los demás. Hablando en plata, te estás traicionando.

Y lo haces principalmente porque supones que, si te mostraras tal y como realmente eres, los demás dejarían de quererte o incluso te rechazarían. Pero traicionarse no es fácil y tiene consecuencias: no es fácil porque respetar los propios deseos, las propias necesidades y los propios valores es una necesidad profundamente humana y uno de los pilares básicos de la autoestima.

Y tiene consecuencias porque, como bien dice el psicólogo y coach Leonardo Wolk, si te vas tragando sapos, acabarás por vomitar dragones. Y acabarás culpando a los demás de hacerte daño cuando eres tú realmente quien se lo hace. ¿Vale la pena todo este sufrimiento? ¿Es cierto que los demás nos quieren más cuando nos ajustamos a lo que creemos que esperan de nosotras? ¿Qué esperan exactamente los demás de nosotras?

Muchas preguntas y un derecho inapelable: el derecho a existir, el derecho a la autoafirmación. Tú tienes derecho a ser quien eres abiertamente y a tratarte con respeto cuando te relacionas con los demás. Y eso no implica en ningún caso adoptar una actitud beligerante o agresiva hacia el resto de la población. Ejercer la autoafirmación es vivir de forma auténtica, hablar y actuar desde tus convicciones y sentimientos más íntimos. ¿Significa eso que tenemos que expresar todas nuestras ideas siempre y en todo momento? No exactamente, y de hecho eso vendrá dado por el contexto. Es obvio que las formas de expresión no serán las mismas cenando entre amigos que en una reunión de trabajo, y a veces un silencio es tan o más elocuente que una palabra. Lo más importante es que seamos muy conscientes de lo que pensamos y, sobre todo, que siempre seamos capaces de elegir la opción de ser auténticas.

El mayor peligro de engañar a los demás está en que uno acaba inevitablemente por engañarse a sí mismo”, Eleonora Doset

¿Qué significa exactamente eso de ser auténtica? Equivale a la negativa de falsear nuestra persona para gustar. Renunciar a nuestro ser, aunque parezca la opción más cómoda, resulta en realidad agotador y extremadamente doloroso. Y si lo hacemos es porque consideramos que la recompensa lo merece. Para no traicionar al otro y conservar su afecto somos capaces de traicionarnos a nosotras mismas una y mil veces. Y, de hecho, no traicionamos al otro, sino que traicionamos las expectativas que pensamos que el otro tiene respecto a nosotras. ¿Y cómo podemos saber exactamente qué espera el otro de nosotras? Se lo podríamos preguntar, pero la mayoría de las veces sólo creemos que lo sabemos. Y más vale que no nos engañamos: no podemos leer la mente de los demás. Sí que tenemos muy claro qué esperamos nosotras de ellos, y damos por supuesto que todo el mundo tiene que compartir nuestro criterio. Es decir, generalizamos, confundiendo nuestras creencias con la realidad.

Ser auténtica también implica saber decir “no” cuando hace falta. Una vez que estamos absolutamente convencidas de que nuestras ideas y nuestros deseos son tan importantes como las ideas y los deseos de los demás, una vez que aceptamos que no estamos en este mundo para cumplir las expectativas de nadie y que, muy a menudo, ni siquiera nos lo han pedido, no es tan difícil. Y no se trata de caer en una rebeldía insensata. De hecho, la autoafirmación pone a prueba no tanto aquello que rechazamos como aquello que elegimos. La pregunta clave que nos debemos hacer es a qué estamos diciendo “sí” cada vez que decimos “no”. La respuesta estará directamente relacionada con aquello que es importante para nosotras en esta vida, con aquellos valores según los cuales debemos vivir para sentirnos personas dignas de respeto.

Arranca tu máscara. Tu cara es espléndida”, Rumi

La autoafirmación es, pues, cosa de valientes. Estar comprometida con el propio derecho a existir y decidir en libertad implica unaresponsabilidad sobre la propia vida que puede resultar simplemente aterradora, especialmente para quien la fuente primaria de seguridad es la pertenencia al grupo. Pero también puede resultar extremadamente liberadora para quien se atreve. Cuando nos sentimos profundamente frustradas de tanto callar y absolutamente exhaustas de fingir ser alguien que realmente no somos, cuando nos damos cuenta que no estamos en esta vida para ajustarnos a las expectativas de nadie, cuando somos conscientes de que quienes nos quieren aprecian mucho más nuestra expresión que nuestro silencio, entonces es cuando podemos salir de nuestro escondrijo y empezar a vivir en paz con nosotras mismas. ¿Te atreves?

Y tú, ¿renuncias a tu autenticidad para ser aceptada? ¿Estás cansada de fingir ser alguien que realmente no eres? ¿Te has planteado que los demás pueden apreciarte y quererte con tus virtudes y tus defectos?

Un abrazo bien fuerte,                                                                                                  

Maika