Cuatro prácticas poco saludables que te harán engordar

por Dr. Rubén Salcedo

La obesidad es una enfermedad multifactoral. No podemos atribuirla a una sola causa, sino que es el resultado de una suma de conductas y factores orgánicos que se traducen en sobrepeso. Uno de los tantos desórdenes alimentarios a los que estamos expuestos es la tendencia al “caos horario” al momento de comer. Debemos tener mucho cuidado con esta y otras prácticas dañinas, que analizamos a continuación. 

1) La influencia del “no horario”

Si alguna vez fuiste a una consulta nutricional, seguramente habrás escuchado por parte de tu médico el consejo de “comer sano”. Sin embargo, no se trata solo de lo que uno come, sino de la manera en la que uno lo come.

Toda dieta o plan alimentario debería incluir un esquema de horarios a seguir. En ese sentido, las largas jornadas laborales y la falta de rutina en la mayoría de las personas generan un “caos horario” o un “desorden horario” que tiene la capacidad de trastornar la regulación del apetito.

Someter al organismo a largas horas de ayuno acelera el estímulo del apetito para luego entrar en una ralentización del metabolismo. El cuerpo se prepara para un “período de escasez” del mismo modo que si se encontrara transitando una época de hambruna o un período de guerra. Sin embargo, en tales momentos el cuerpo no es sometido de manera inmediata a un gran banquete repentino, como solemos hacer en la actualidad.

Este proceso de escasez y abundancia desorienta al organismo en la regulación de la saciedad y le genera señales confusas. Es un “patrón alimentario” que generalmente conduce a la obesidad.

 

2) Otro gatillo del sobrepeso: el “picoteo”

Es otro “patrón alimentario”, distinto al anterior pero con similar resultado. Se trata de la actitud constante hacia la ingesta de pequeñas cantidades de alimentos industrializados, en especial de alto estímulo gustativo. En otras palabras, consiste en comer todo el día en pequeñas cantidades, que muchas veces ni siquiera advertimos conscientemente.

Seguramente en algún momento te habrás encontrado frente al televisor o la computadora con una compotera llena de algún tipo de snack (generalmente no saludable). Y, para cuando tocaste fondo, recién advertiste haber consumido todo.

Otra situación que nos puede llevar hacia el “picoteo” es el momento de cocinar. La abundancia de alimentos por preparar, además de los olores y sabores a los nos exponemos, generan la apetencia a la ingesta de comida. Este comportamiento se ve, sobre todo, en las personas que están mucho tiempo en su casa o dedicadas al arte culinario.

Más allá del tipo de comida, este hábito (por sí mismo) genera sobrepeso. Para graficar el punto, podemos usar el ejemplo de la gallina: es sometida a dieta de granos (comida industrializada de alto tenor calórico) en un espacio de luz tenue y con poca actividad física. Picotea todo el día y engorda en forma constante.

¿Cuál es el mayor peligro? No contabilizar de manera adecuada las porciones, ni las calorías y, sobre todo, exponernos a opciones más grasosas, azucaradas o saladas con bajo valor nutricional pero con alto tenor calórico (“calorías vacías”).

 

3) No desayunar, una mala costumbre

Cuando se evita consumir a la mañana un desayuno equilibrado, el cuerpo intentará a lo largo del día compensar este comportamiento.

¿Por qué es tan importante? Porque, durante la noche, el cuerpo ha pasado muchas horas sin comer y el desayuno le da la posibilidad de incorporar la energía necesaria para el día. Además, sirve como inicio para consumir luego, cada determinada cantidad de horas, el resto de las comidas que corresponden.

No hay un horario estipulado para desayunar, es decir, no depende de cuándo lo hagas, pero tiene que tener una distancia con el almuerzo de un mínimo de dos horas. De lo contrario, conviene tomar solo una infusión y luego almorzar.

4) Vivir cansado y con hambre

Muchas veces nos sentimos cansados en forma permanente y no sabemos las razones. La mayoría de los casos, en personas saludables, se debe a que están fuera de estado físico.

Lo natural es llegar a la noche con sueño (se cierran los ojos deseando estar durmiendo), pero nunca se debe llegar cansado. Podemos ejemplificarlo con un deportista que está entrenado para correr un maratón olímpico de 42 kilómetros y que, de pronto, yo le pido que me acompañe a correr una carrera de 7 kilómetros. ¿Quién terminará el día más agotado: el maratonista olímpico que está entrenado o yo que estoy fuera de estado físico? Obviamente yo.

El concepto que se maneja en la actualidad es que una persona, luego de estar segura (a través de controles médicos) de que no padece ningún problema orgánico que justifique su agotamiento (por ejemplo anemia, hipotiroidismo, insuficiencia coronaria, enfermedades consuntivas, etc.) debe terminar el día con sueño, pero nunca agotada. Si lo está, significa que su cuerpo no está entrenado para la actividad física que realiza en su labor cotidiana.