Buscando a la mujer perdida

Ser mujer no es tarea fácil. No debe serlo cuando a diario me encuentro con mujeres que sufren, que se sienten insatisfechas de sus propias vidas y, sobre todo, que están en pie de guerra con ellas mismas de manera permanente.

Para empezar, ya ni siquiera está claro qué es eso de “ser mujer”. Y el tema, aunque resulte difuso, es crucial. Mucho más allá de las diferencias físicas, culturales o educacionales, ser mujer es una manera de estar en el mundo. Ser mujer está directamente relacionado con el anhelo de celebrar el cuerpo y nutrir el alma, además de recrear la mente. Ser mujer lleva implícita la necesidad de reclamar sentimientos, intuición y creatividad, además de racionalidad y lógica. ¿Sabes de lo que te hablo? Es posible que no, simplemente porque las mujeres hace tiempo que estamosdesconectadas de nuestra naturaleza femenina, alejadas de nuestra verdadera esencia y apegadas a unos valores masculinos que nos son necesarios, pero no suficientes. Y no hay persona en el mundo que pueda sentirse plena y en paz cuando se niega lo que realmente es.

Detente, detente y piensa: aún puedes elegir”, C. Anne Porter

La nuestra es una cultura androcéntrica, es decir, que ve el mundo desde una perspectiva masculina. No es de extrañar, pues, que los valores más apreciados en las personas, los que se consideran sinónimo de éxito, sean los que siempre han tenido reconocimiento en el hombre: racionalidad, eficacia, prestigio o poder. Y todos estos valores también están perfectos en una mujer, siempre y cuando llegar a hacer gala de ellos no le suponga el sacrificio de su alma. Pierdo la cuenta de las mujeres que han venido a mi consulta para confesarme, perplejas, que, tras haber logrado todos los éxitos profesionales, se sienten vacías y se preguntan cada día para qué les sirve todo lo que han conseguido. La promesa de fama y gloria las ha acabado convirtiendo en esclavas del reloj, las ha dejado agotadas, estresadas y preguntándose en qué se habían equivocado. Y todo porque aquello que hace feliz a una persona puede llegar a hacer incluso infeliz a otra. El camino del éxito personal no es único, como hemos aprendido a pensar, sino que cada persona debe encontrar el suyo propio.

Si quiero ser responsable conmigo misma, y lo quiero, tengo que ser fiel a mis aspiraciones”, Anne Truit

Así, desde la más profunda insatisfacción y, como bien dice la psicóloga Maureen Murdock, con la sensación de haber subido a lo más alto de una escalera sólo para darse cuenta de que está apoyada en la pared equivocada, la mujer no tiene más salida queiniciar un nuevo viaje. En esta ocasión no será un viaje externo que la lleve hacia el reconocimiento social, sino un viaje interno que la lleve de vuelta a ella misma y a su verdadera naturaleza. Una especie de proceso iniciático que le permita lograr un yo psíquicamente sano y espiritualmente vivo. Es volver a empezar la partida, pero esta vez desde la casilla correcta y con las reglas adecuadas. Maureen Murdock lo denomina “el viaje heroico de la mujer” y consta de tres etapas:

  1. Búsqueda de la identidad: esta primera fase se inicia cuando la mujer siente que su antiguo ser ya no le sirve. Nuestra cultura ha caracterizado a la mujer como  un ser demasiado emotivo para ser eficaz, y ha acabado etiquetando la tradicional emotividad femenina como debilidad, característica muy poco valorada socialmente. Así, no resulta extraño que hasta las mujeres hayamos venido rechazando nuestra esencia femenina, y que hayamos aprendido a sacrificar nuestra salud, nuestros sueños y nuestra intuición en favor de la racionalidad y la lógica. Aunque, claro está, rechazar lo que una verdaderamente es implica pagar un precio  muy alto: el de mirar un día hacia adentro y no tener ni la más mínima idea de quién hay ahí
  2. Descenso: en esta fase, la mujer parece vagar sin rumbo claro. Las emociones son potentes, a veces incluso destructivas. Ha iniciado el proceso de buscarse y encontrarse, lo cual le puede tomar semanas, meses o años, puesto que para este viaje no hay mapas ni caminos directos. Debe aprender el arte de escucharse profundamente a sí misma de nuevo, debe adentrarse en el ser, en lugar de huir de él. Suele coincidir con un periodo de aislamiento temporal voluntario, que puede resultar difícil de comprender para sus allegados
  3. Cura: la mujer empieza a festejar su cuerpo y a alimentar su alma, y reclama sus emociones, su intuición, su sexualidad, su creatividad y su sentido del humor. Como resultado, toma una serie de decisiones claras y sentencia ciertos sacrificios que, a ojos ajenos, pueden parecer algo así como “tirar la toalla”. En realidad, se trata simplemente de hacer aquellas cosas que han sido siempre importantes para ella y que nunca se había permitido antes. Como ya debes imaginar, este viaje requiere valor y confianza, puesto que difícilmente obtendrá el aplauso externo. No es un viaje atractivo, pero fortalece increíblemente a la mujer y aclara su sentido de sí misma

En este punto, nuestra heroína debe aprender a tener la paciencia necesaria para permitir la lenta y sutil integración de los aspectos femenino y masculino que encuentra en sí misma, manteniendo un delicado equilibrio entre ambos.  No se trata de descartar lo que con tanto esfuerzo ha asimilado y logrado, sino más bien de verlo, no como una meta, sino como una parte más de su trayectoria vital. Las mujeres nunca seremos hombres, por más que lo  intentemos, y de hecho tampoco nos hace ninguna falta. Sólo debemos aprender a confiar en nosotras tal y como somos, honrando nuestro cuerpo y nuestra alma tanto como nuestra mente. Debemos aprender, no sólo a respetar las necesidades de los otros, sino también a responder y valorar las nuestras propias.

Y tú, ¿te miras y no te reconoces? ¿Has logrado el éxito y aún así te sientes vacía? ¿Eres consciente de que el éxito pasa por ser plenamente quien eres?

Un abrazo bien fuerte,                                                                                                  

Maika

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