Perdónate la vida

¿Cuándo fue la última vez que cometiste un error? Como ser humano que eres, no te escapas de la eterna imperfección de errar. Y, en realidad, bienvenida sea dicha imperfección, porque el error es una excelente fuente de aprendizaje; probablemente, durante tu vida hayas aprendido mucho más a raíz de tus errores que a raíz de tus aciertos. Sin embargo, las mujeres, con nuestra tendencia natural a dar más vueltas a las cosas, tenemos más posibilidades de caer en las garras del autoreproche, y hundirnos irremediablemente en las dolorosas aguas de la culpa.

¿Y por qué nos sentimos culpables? Básicamente, porque juzgamos negativamente algo que hemos hecho, o incluso pensado o sentido. Es decir, que la base de la culpa no está en los hechos, los pensamientos o las emociones en sí, sino en tu opinión al respecto. Y tu opinión está directamente relacionada con tus valores más profundos: te sientes culpable cuando juzgas que has traicionado alguno de esos valores que tan importantes son para ti. Te sientes culpable cuando consideras que ese aspecto no es digno de ti, cuando no lo aceptas como una expresión más de ti misma.

Cuando liberamos al pasado, también somos liberados por él”, Fredy Kofman

Debes tener muy claro que aceptar no significa apreciar o disfrutar. Aceptar es experimentar la realidad de manera completa, sin negarla ni evitarla; significa que puedes aceptar la realidad de aspectos de ti misma que no te gustan, que no admiras o que no puedes disculpar de ninguna manera, implica que puedes permanecer tranquila en presencia de lo que es. La aceptación tiene que ver con la paz interior, porque odiar o rechazar una parte de ti misma te mantiene en una guerra interior perpetua, y finalmente tu autoestima va a acabar resintiéndose.

Te puedes sentir culpable por algo que has hecho, pero también por algo que has pensado o algo que has sentido: ¿cómo te sientes cuando te descubres pensando que si tal o cual persona importante de tu vida “desapareciera”, tú volverías a ser libre e independiente? ¿O cuando te das cuenta de que sientes envidia “insana” de la vida laboral o amorosa de tu mejor amiga? Te horrorizas, lo apartas inmediatamente de tu cabeza, y puedes incluso llegar a pensar que eres una mala persona. En realidad, todas tenemos ese tipo de pensamientos o emociones involuntarios alguna vez, y son simplemente algo temporal, no se trata de verdaderas convicciones. Pero, en el momento en que tienen lugar, son un aspecto de tu ser, y te están dando unas pistas muy valiosas sobre qué debes analizar y tratar en tu vida. No te entretengas en juzgar, mejor preocúpate por comprender.

Si de veras llegásemos a poder comprender, ya no podríamos juzgar”, André Malraux

¿Cómo puedes escuchar mejor tus emociones? Aquí te dejo unos simples pasos que te van a permitir experimentarlas y aceptarlas: cuando sientas que surge en tu interior una emoción que te provoca rechazo, préstale atención durante unos segundos; mientras estás centrada en la emoción, respira suave y profundamente, permitiendo que tus músculos se relajen, y permítele la entrada a tu interior, sin luchar ni resistirte; finalmente, constata la realidad de que ése es tu sentimiento en este momento, y de que tú eres mucho más grande y más importante que cualquiera de tus emociones. Cuando nos permitimos experimentar y aceptar nuestras emociones como lo que son, pasamos a un nivel de consciencia más profundo en el que la información importante para nosotras aparece de manera clara y cristalina.

Para llegar a aceptar esos hechos, pensamientos o emociones que te avergüenzan, es importante que te comprendas y que seas compasiva contigo misma; no se trata en absoluto de disculpar tus errores, ni de eludir tu responsabilidad. Se trata simplemente de tener un interés genuino por saber cuáles son los motivos que te llevaron ahí: siempre hay algún contexto en el que los aspectos más ofensivos pueden encontrar su propio sentido. Esto no significa que se justifiquen, sino sólo que pueden ser comprensibles. En definitiva, implica tratarte con benevolencia, y seguir siendo, a pesar de todo, una buena amiga tuya, porque nadie es perfecto.

El perdón es la llave a la acción y a la libertad”, Hannah Arendt

Y, cuando aceptas, se produce un fenómeno curioso: el hecho de experimentar tus sentimientos, sean del signo que sean, tiene un poder curativo directo. Cuando aceptas lo que fue o lo que es, te sientes más fuerte y más limpia, porque no tienes que negar la realidad. Cuando te enfrentas al error que has cometido, eres libre de aprender de él y de hacer las cosas mejor en el futuro. La aceptación de ti misma es, en fin, la condición previa del cambio y de tu propio desarrollo como persona.

Y tú, ¿te sientes culpable a menudo? ¿Eres capaz de dejar de darle vueltas a tus remordimientos? ¿Has pensado que tú ya no eres la misma persona que cometió aquellos errores?

Un fuerte abrazo