Si bien no es una enfermedad mortal, el Parkinson no tiene cura. Los tratamientos convencionales apuntan a retardar y atenuar los síntomas, pero un diagnostico temprano y un tratamiento especializado son las claves para abordar la problemática.

El inicio del tratamiento es fundamental. Si comienza con una medicación equivocada, puede generarse una memoria farmacológica en el cerebro del paciente, que altere la respuesta a los fármacos a mediano y largo plazo.

La enfermedad de Parkinson ataca las neuronas productoras de dopamina, un neurotransmisor que es fundamental en el control de los movimientos.

Los síntomas

*  Rigidez muscular.

*  Temblores en brazos, piernas y mandíbula.

*  Inestabilidad en la postura y lentitud de movimientos.

*  Síntomas psicológicos y cognitivos, como alucinaciones, demencia o problemas de atención (en especial en mayores de 65 años).

Sólo en el 10% de los casos hay un componente hereditario. Los especialistas sospechan que en el Parkinson se da la “hipótesis del doble golpe”. “Esto significa que habría un gen que determinaría la predisposición a desarrollar Parkinson, pero que necesitaría de un factor ambiental, un “segundo golpe”, para que contraer la enfermedad.

Cuidado con los errores…

Existen manifestaciones no motoras que muchas veces aparecen antes que los problemas motores. Esto lleva a una detección tardía y errónea del Parkinson, que es tan común como peligrosa. Puede ser muy nocivo para el paciente ya que la administración correcta de los fármacos es clave para retardar y atenuar las consecuencias del Parkinson. Un error de diagnóstico puede llevar a una incorrecta medicación y, de esta forma, exacerbar el cuadro.

También hay pacientes mal diagnosticados y medicados por otros problemas, como por ejemplo la depresión. Según un estudio de la Asociación Europea de la Enfermedad de Parkinson, esto se debe a que el 80% de los enfermos de Parkinson tiene síntomas depresivos. Otros son la pérdida del olfato, fatiga muscular o dolores en un miembro o en una mitad del cuerpo, y el deterioro cognitivo (atención, entendimiento y percepción).

Cómo diagnosticar a tiempo

Hay estudios que contribuyen a diagnosticar el Parkinson, como la tomografía por emisión de positrones (PET), que detecta alteraciones en la emisión de dopamina. De todas formas, esto no asegura que el paciente vaya a desarrollar Parkinson.

El método de detección más importante es el clínico. Por eso es fundamental la evaluación por parte de un especialista en Parkinson, seguido de un tratamiento especializado e integral.

Terapias alternativas

Los síntomas de la enfermedad pueden generar limitaciones en la vida social cotidiana. Por eso es esencial la práctica de otras terapias en el tratamiento, más allá de la medicación. Se puede requerir, según el caso, la rehabilitación kinesiológica, foniátrica, cognitiva, y las terapias psicológicas y psiquiátricas.

Hay estímulos que favorecen el movimiento, como caminar sobre el pasto, bailar, dibujar o realizar ciertos ejercicios. Para los pacientes con dificultades en el lenguaje el estudio de canto suele tener efectos favorables. Este tipo de actividades han sido incorporadas en distintos tratamientos.

Por el doctor Gonzalo Gómez Arévalo, jefe de neurología clínica y coordinador de la clínica de Parkinson y enfermedades relacionadas del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO).