Conciliación: La leyenda de la Supermujer

Maika González | AFmedios

Seguro que has oído hablar de ella. Se trata de un ser entre la realidad y la ficción. Una mujer con poderes sobrehumanos cuyas características superan las de cualquier mujer corriente. Una mujer que llega a todo y está por todos, firme y sin apenas despeinarse. Una mujer que, en realidad, es mil mujeres a la vez en un solo cuerpo: la profesional impecable y ambiciosa, la compañera ideal, la madre perfecta. Una superheroína absolutamente tranquila e inmensamente feliz. Es la supermujer. ¿La has visto alguna vez? Yo, desde luego, no. Pero sí veo cada día mujeres que se consumen entre el estrés y la culpabilidad intentando ser como ella. Es el peligro de creer en las leyendas.

maika_gonzalezLa función principal de la mujer en nuestra sociedad ha sido, tradicionalmente, la de cuidar: cuidar de su esposo, de su casa y de sus hijos. Es decir, le ha sido asignada y ha asumido la tarea de ser para otros. Pero esto cambió radicalmente con la incorporación de la mujer al mercado laboral. Por motivos personales, por motivos económicos, o por ambos a la vez, la mujer busca por primera vez un trabajo fuera de casa. Accede a la educación, a la formación, a la empresa, y llega a sentirse realizada a través de su profesión. Como consecuencia de esto, el papel de la mujer en la sociedad sufre una importante metamorfosis y los roles domésticos empiezan a cambiar: la mujer sale de casa y el hombre comienza a entrar en ella. Aunque no es oro todo lo que reluce. Hoy en día, en pleno siglo XXI, y a pesar de que las mujeres trabajan fuera de casa tantas horas como sus compañeros, las tareas domésticas y el cuidado de los hijos siguen siendo responsabilidad mayoritariamente femenina. Naturalmente, de esto no son sólo responsables los hombres: nosotras también lo aceptamos como “normal” y asumimos que todas esas tareas internas y externas nos corresponden, aunque él tenga la bondad de “ayudarnos”. Y seguimos luchando por conciliar dos mundos entre los que, aparentemente, nos vemos obligadas a elegir. Una lucha titánica por la que solemos pagar un alto precio.

 

La mujer paga el precio del estrés, la angustia y la culpabilidad. Nerviosa y agobiada porque trabajo, casa, pareja e hijos son demasiadas cosas para llevar adelante. Y culpable porque, a pesar de no tener ninguna constancia de su mera existencia, aspira a ser una supermujer: no sólo hay que trabajar, hacerse cargo de la casa, cuidar la pareja y criar a los hijos, sino que además hay que hacerlo bien. No bien, perfecto. Durante el día, en el trabajo, hay que ser eficaz, ambiciosa, aspirar siempre a lo más alto. Por la tarde, hay que ir a buscar a los niños al colegio y ser la madre atenta y amorosa que necesitan. Después, ya en casa, el trabajo no cesa: hay que ordenar, limpiar, lavar, comprar, cocinar y todo lo que requiere un buen hogar. Y, por la noche, cuando los niños ya duermen, hay que resistirse al cansancio y robar horas al sueño para tener algún tipo de comunicación emocional y sexual con el compañero, porque las parejas que no se cuidan acaban por romperse. Aunque lo peor es que, cuando ya agotada y sin haber podido llegar a todo, te concedes un momento de descanso, lo único que piensas es que seguro que podrías haberlo hecho mejor. Te exiges la perfección y, naturalmente, nunca la logras. Simplemente porque la perfección no existe.

¿Está condenada, pues, la mujer que trabaja y es madre? ¿Tiene forzosamente que elegir entre la familia y el trabajo? Ciertamente, no. En realidad, familia y trabajo no son términos contrarios, sino complementarios. No hay elección real posible, y el solo hecho de plantearlo en esos términos ya es una fuente segura de ansiedad. Ambos son primordiales para ti porque ambos cubren, de maneras diferentes, tus necesidades vitales. La calma reaparecerá en tu vida cuando los integres, cuando dejes de perseguir la quimera de ser una supermujer y te transformes, como dice Christiane Pelmas, en la más hermosa versión de ti misma. En esa mujer que va a poner todo su cuidado y su atención en hacer las cosas lo mejor que pueda, tanto dentro como fuera de casa, pero que también tendrá la capacidad de perdonarse cuando su capacidad llegue al límite o cometa algún error, porque acepta que su naturaleza es falible. Si estás dispuesta a tal transformación, aquí tienes 5 claves que te van a resultar muy útiles:

 

Pide: como seres imperfectos que somos, solas no llegamos a todo, y en ningún sitio está escrito que debamos hacerlo. Así que olvídate del orgullo y del miedo, y pide: colaboración, presencia, apoyo, ayuda o lo que sea que tú necesites

Perdónate: no eres perfecta y, de hecho, nadie más que tú misma te pide que lo seas. Así que perdónate por el hecho de ser humana, deja de torturarte y sigue adelante

Aprende: a pesar de estar dispuesta a hacer las cosas lo mejor posible, tu naturaleza humana te llevará a cometer errores. En lugar de castigarte, mejor aprende qué los ha causado y cómo puedes evitarlos en el futuro

Flexibilízate: prepárate para hacer pequeños cambios en tus prioridades. Si debes hacer horas extras en el trabajo, o debes quedarte en casa porque tu hijo está enfermo, no te martirices por ello ni pienses que traicionas tus principios. Simplemente, sé flexible dentro de tus valores

Cuídate: cuando te comprometas contigo misma y con tu salud simplemente a hacer las cosas tan bien como puedas y a cuidarte, cuando seas auténtica con el mundo, te sentirás en paz y te convertirás en la mejor inspiración para tus hijos

En resumen, la supermujer es un ser mitológico, una leyenda que nuestra cultura nos ha vendido y que nosotras hemos comprado sin cuestionarla siquiera. Y el precio por aspirar a ser una superheroína es la frustración y la culpabilidad. En realidad, sólo somos mujeres de carne y hueso que pretendemos llenar nuestras vidas de amor y sentido sin dejarnos la piel en el camino, ni más ni menos. Y eso es posible si aceptamos nuestra humana imperfección, nos atrevemos a pedir simplemente lo que nos corresponde y aceptamos el reto de ser nosotras mismas a pesar de todo. Mujeres Poderosas, no estáis solas.

Y tú, ¿te debates entre tu familia y tu trabajo? ¿Tienes la sensación de que, por más que lo intentes, no llegas a todo? ¿Eres consciente de que, para que tu realidad cambie, primero debes cambiarte tú?

Un abrazo bien fuerte.

Fuente: Anemoscoaching